El etiquetado de los alimentos




Son muchas las tácticas comerciales que utilizan las empresas de alimentación para intentar que sus marcas destaquen en los estantes de los supermercados. Por ejemplo, dar a entender que un determinado ingrediente es mayoritario en un producto cuando no lo es, como el caso de la margarina Flora Oliva, que solo tiene un 8% de aceite de oliva en el total del producto; para nombrar un ingrediente que en realidad no contienen, como una crema denominada Jamón York que en realidad no tiene nada de jamón sino que es una crema al jamón, otra de cangrejo que en realidad es de surimi, etcétera.

En su última campaña de inspección para controlar el etiquetado de los alimentos, realizada en 2012, el Instituto descubrió que un 20,18% de los artículos analizados presentaban irregularidades. Pero el porcentaje real podría ser mayor. Un estudio realizado en 2008 por CEACUU (Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios) reveló que uno de cada tres productos etiquetados como saludables eran engañosos o inducían al consumidor a un error.
Pero no es fácil sacar del mercado un producto que incumple la legislación. Un ejemplo lo encontramos en el caso de la marca de patatas Pat Diet, que fueron retiradas en 2011 tras un proceso judicial de tres años. La Audiencia Provincial de Barcelona sentenció, igual que un año antes lo había hecho un juzgado de primera instancia, que el etiquetado de este artículo era engañoso porque tanto el nombre comercial Pat Diet como el hecho de que en el etiquetado apareciera una patata con una báscula en su interior inducían a los consumidores a concluir que se trataba de un producto de bajo valor energético, cuando en realidad rebasaba las 60 kilocalorías por cada 100 gramos (por encima de lo estipulado en el reglamento europeo de 2006). Fue una batalla larga y costosa.

Hace una década, por ejemplo, se impuso el término light. Funcionaba tan bien que acabó usándose para todo, incluso para el tabaco. Hasta que se agotó y las marcas tuvieron que buscar nuevos reclamos para presentar los productos bajos en calorías o ligeros.Ahora la tendencia es el 0,0 y lo sin: sin calorías, sin alcohol, sin colorantes, sin aditivos, sin grasas trans. Y como pasó con lo light, se empieza a usar para todo.
No hay ninguna norma que establezca cuándo es legal utilizar la cifra 0,0 en el etiquetado de alimentos o bebidas, aunque generalmente se asocia a cervezas con un porcentaje de alcohol mínimo, casi siempre por debajo del 0,05%.

Pero como la norma no lo prohíbe, nada impide que otro tipo de productos se presenten con esta referencia para dar a entender que contienen un porcentaje mínimo en alguno de sus ingredientes (como un atributo positivo). Por ejemplo, ¿ un aceite 0,0? ¿A qué ingrediente ausente puede referirse el aceite La Masía 0,0? El etiquetado de este producto deja claro su alto poder calórico: 824 kilocalorías por 100 mililitros. El esperado en cualquier aceite de oliva. El etiquetado cumple la ley, ofrece detalle de todos sus ingredientes, propiedades y refinamiento. Pero la etiqueta 0,0 puede inducir a confusión, no dice que tenga menos calorías pero lo sugiere.

En las negociaciones de las normativas, la industria siempre presiona para que las leyes sean flexibles. Es decir, que sea lo suficientemente ambigua para, en caso de inspección, tener un gran margen de interpretación. Por eso es tan difícil demostrar que una etiqueta es engañosa.

El consumidor se ve sometido a un bombardeo de reclamos cada vez más sofisticados, que muchas veces ni siquiera entiende ya que no comprende realmente las declaraciones que aparecen en las etiquetas. Y eso es darle ventaja a la industria. Por ejemplo, en lugar de usar el término colorante, que hoy día está mal visto, se dice extracto de remolacha, que en realidad es un colorante. La mejor manera de luchar contra la publicidad engañosa, aparte de controlar el cumplimiento de la legislación, es apostar por la educación nutricional de los ciudadanos.

http://www.madrimasd.org/informacionidi/noticias/noticia.asp?id=58368&origen=notiweb&dia_suplemento=lunes

Si estás realmente interesado, puedes visitar el conocido blog sobre alimentación gominolasdepetroleo.com, creado por un doctor en tecnología alimentaria, que se mantiene en el anonimato bajo el seudónimo de Papyrus. Por ejemplo, en esta entrada habla del jamón de york “patatero” que vimos en el laboratorio: http://www.gominolasdepetroleo.com/2012/02/no-es-lo-que-parece-jamon-cocido-vs.html